Akaki Akákievich (¡menudo nombrecito! como para acordarse) es un funcionario ruso insignificante. Su única obsesión en conseguir el dinero suficiente para poder comprarse un capote en condiciones, que le proteja del frio invierno. Es un personaje al que se le puede aplicar perfectamente el dicho "a perro flaco todo son pulgas". Quizás por eso, por lástima, uno le acaba cogiendo cariño. Gógol me ha demostrado que el arte de escribir no tiene secretos para él. Narra este relato con una gracia y estilo del que muy pocos pueden presumir. Es mi debut con este autor, pero el buen sabor que me ha dejado hará que no tarde mucho en repetir con él.